Prólogo

Se presenta a continuación un conjunto de trabajos cuyo común denominador es la desigualdad educativa existente en el país. En ese contexto se considera pertinente señalar algunas consideraciones generales.

En América Latina, si bien existe consenso respecto a que la educación constituye un área privilegiada para compatibilizar crecimiento y desarrollo, considerado este último como un concepto con fuertes implicaciones valorativas, que conlleva distintos aspectos sociales, entre ellos una educación de calidad pertinente a los requerimientos sociales y productivos, existe también consenso que la región muestra deficiencias en cuanto a la calidad, la eficacia y la utilización de los recursos en el sistema educativo. Al respecto se señala que nuestro continente presenta los mayores niveles de desigualdad del mundo, configurando un entorno de gran inequidad que se expresa, entre otros aspectos, en fuertes desigualdades en el acceso a la formación educativa (Kliksberg, 1999; CEPAL, 1997, 1998, 2000). En este escenario Chile se presenta como uno de los países con mayor índice de desigualdad.

Los antecedentes educativos de los jóvenes entregan información sobre el acceso al mundo del trabajo y al bienestar, relacionándose con el clima educacional del hogar, la actividad económica y el ingreso del jefe de hogar además de la calidad de la educación recibida. Las posibilidades de las y los jóvenes de terminar el ciclo secundario, constituyen un importante antecedente para situarse fuera de la pobreza, sin embargo los datos de América Latina muestran claras desigualdades en el porcentaje de quienes cursan 12 y más años de estudio, de acuerdo con el nivel de educación de sus padres. El tipo de hogar y sus características son importantes para establecer la posibilidad de que las personas puedan mantenerse fuera de la pobreza. La mayoría de los jóvenes que tienen 8 o menos años de escolaridad y que participando del mundo del trabajo no logran tener ingresos que superen 2 o 2.5 líneas de pobreza, provienen de hogares pobres. En este caso existe una reproducción generacional de la pobreza, es decir, dadas las características de la estructura social y de la imposibilidad de acceder a la movilidad social, los jóvenes que provienen de hogares pobres reproducen las condiciones económicas y sociales de sus familias de origen.

Si bien en el caso de Chile la información proporcionada por encuestas como la CASEN no permiten analizar la desigualdad de oportunidades con respecto a la dimensión de calidad del capital educacional, se puede señalar que quienes logran cursar más años de estudio reciben, en general, una educación de mejor calidad. Esto refuerza la desigualdad social: los grupos pobres presentan porcentajes más bajos de educación.

Análisis realizados a partir de la CASEN 2009 (Sánchez, 2011) permiten observar una clara desigualdad en el acceso y permanencia a las oportunidades educacionales. Las diferencias son claras y marcadas al realizar el análisis por quintiles de ingreso autónomo. Todas las diferencias favorecen a los grupos de ingresos superiores. Las diferencias aumentan favoreciendo claramente a los quintiles de mayores ingresos en la categoría educación superior completa. Los antecedentes obtenidos permiten plantear que prácticamente todas las regiones del país en el primer y segundo quintil de ingreso, presentan gran distancia y situación de exclusión con respecto al quintil de mayor ingreso. Existen, además, en el nivel educacional, diferencias cuantitativas en todas las regiones del país entre el cuarto y quinto quintil de ingreso, con respecto a la categoría educación superior completa. Esto indica que la brecha que separa a los miembros de la sociedad se expresa empíricamente, además de otras variables, en el acceso y permanencia a la educación en todos sus niveles.

Se señala también que los sistemas de medición de la calidad, que han comenzado a aplicarse en los últimos años, muestran una clara segmentación del rendimiento escolar que coloca en desventaja a los alumnos y alumnas provenientes de familias de bajos ingresos y en el cual las variables territoriales tienen un fuerte componente explicativo (Muñoz y Muñoz, 2013).

Gran parte de las dificultades para mejorar la calidad del proceso educativo se explican por las características socioeconómicas de los estudiantes, la vulnerabilidad de los establecimientos (Mella y Ortiz, 1999), y el deterioro de lo que Tedesco denomina condiciones de la educabilidad, derivadas de la socialización primaria. Este deterioro afecta también a los nuevos pobres que son producto de los actuales procesos de reconversión productiva y modernización (Tedesco, 2000). En relación a lo anterior, es importante señalar que se considera que una sociedad es más equitativa en la medida que puede disminuir la adversa relación entre acceso a beneficios sociales y origen social de las personas o las denominadas características adscriptivas.

En la formación de capital humano influyen dos importantes procesos que son la educación formal que entrega la escuela y la socialización llevada a cabo en las familias. Respecto a la familia, estudios, además de los señalados, destacan la relevancia que tienen en el desempeño educativo variables como las características económicas, el clima educativo del hogar y el tipo y estructura de la familia. Al respecto es importante recordar que las recomendaciones entregadas por las organizaciones internacionales plantean la necesidad de contar con un capital educativo superior a 12 años de estudio para asegurar la inserción laboral y evitar así la reproducción generacional de la pobreza.

El crecimiento con equidad, por lo tanto, sólo es posible si se logra una competitividad basada en recursos humanos más capacitados y con potencial para agregar progresivamente valor intelectual y progreso técnico a la base de recursos naturales. Sin inversión en la educación la economía sólo dispondrá de trabajadores en condiciones de pobreza y escasa formación y no podrá por lo tanto incorporar progreso técnico. Lo anterior implica un cambio profundo en las formas de enseñanza: la población debe aprender más y debe aprender distinto. Finalmente se señala que los cambios necesarios no sólo se ubican en temas como la distribución más equitativa del ingreso, el rediseño de las políticas públicas y una focalización más apropiada y operativa de ellas, sino además y especialmente en una redefinición del papel social del Estado y de la responsabilidad de la sociedad. El Estado debe resguardar las funciones que le son propias y asegurar la igualdad de oportunidades de acceso y permanencia, incentivando la búsqueda de calidad y equidad en todas sus políticas públicas. Se requiere repensar el Estado y buscar los mecanismos y espacios para combinar eficiencia con equidad (Sánchez, Arcos y Muñoz, 2012).

Educación y desigualdad en Chile

En esa perspectiva, los trabajos del presente número temático “Educación y Desigualdad” de Sociedad Hoy exploran desde diversos enfoques teóricos y metodológicos el estudio empírico del vínculo entre educación y desigualdad social en Chile. A continuación se presenta una sucinta introducción a los artículos que componen el presente volumen.

El trabajo elaborado por Juan Carlos Castillo et al. pone el acento en la equidad como uno de los aspectos centrales del debate en la educación actualmente, interesándose en la percepción que tiene la sociedad respecto al tema de la desigualdad. Los autores concluyen, a partir de la aplicación de un modelo interesante desde el punto de vista metodológico y estadístico, que a pesar de la falta de equidad existente no existe uniformidad en las percepciones de la desigualdad de los integrantes de los diferentes grupos sociales en el contexto estudiado.

La contribución de Patricia Muñoz y Violeta Acuña, focalizada en la caracterización de los jóvenes usuarios de la educación de adultos en la región de Valparaíso, nos invita a reflexionar sobre un aspecto de la educación que no es considerado tradicionalmente en los estudios educacionales, interrogando por las características que presentan los jóvenes que viven su última oportunidad de inserción en los procesos educativos. Las autoras señalan y evidencian cómo esta modalidad educativa se ha transformado para dar cabida a los jóvenes infractores de ley y proponen algunas líneas a seguir para comprender este fenómeno.

El cierre de escuelas rurales en Chile según las comunidades, de Carmen Gloria Núñez et al., presenta un aspecto relevante, el cual, independiente de su importancia, ha sido pobremente estudiado. Los autores preguntan cuál es el sentido que tiene para las comunidades esta decisión, levantando algunas categorías que motivan la reflexión sobre la importancia de la existencia de las escuelas rurales en Chile. Claudia Concha profundiza esta temática en algunos aspectos de la educación en contextos rurales en la región del Maule, esta vez desde la perspectiva de las trayectorias biográficas de quienes han tenido “éxito” al acceder a la educación superior, invitándonos a (re)pensar el espacio de la educación superior desde otras aristas. La construcción de la tipología propuesta en el estudio es interesante y revitaliza la tradición de investigación sociológica, que se hace cada vez más relevante para comprender el significado de la educación superior para las primeras generaciones que acceden a ella.

A partir de un análisis crítico del profesorado, la contribución de Felipe Zurita expone la hipótesis de la existencia de una soterrada agenda de carácter económico, que intenta identificar la responsabilidad del éxito del sistema educativo en el profesorado, como un sujeto aislado, sin considerar las variables estructurales existentes que permitirían explicar las dificultades del proceso. Los antecedentes presentados invitan a reflexionar y no estigmatizar el rol de los docentes. Otra temática es la deserción universitaria, que constituye el núcleo central del trabajo de Gastón Quintela. El autor utiliza una serie de teorías del ámbito de la sociología de la educación para explicar el proceso de toma de decisiones en los jóvenes que desertan de la universidad. Explora variables clave que afectan o influyen en dichas preferencias, las cuales son sometidas en diferentes momentos a evaluación por parte de los individuos. Señala además que es importante considerar factores como la socialización y la internalización de determinados valores de los contextos de origen.

Por su parte, Christian Blanco y Francisco Meneses evalúan el impacto de la ayuda financiera del gobierno chileno en la matrícula de la educación superior técnica y universitaria, utilizando información secundaria. En la discusión de los resultados, independientes de las críticas existentes al sistema de crédito para los estudios técnicos y universitarios, se plantea la necesidad de la evaluación y el monitoreo de este tipo de beneficios para una mejor reorientación de las políticas públicas en el área. Esta ayuda financiera está íntimamente vinculada con los procesos de masificación y privatización de la educación superior chilena de las últimas décadas. Esta es precisamente la médula del trabajo de Carlos Palma Amestoy, quien, bajo un prisma metodológico cuantitativo de carácter secundario, pone el acento en las transformaciones educativas más sustantivas de las tres últimas décadas, planteando en su discusión final uno de los temas de mayor vigencia en el debate nacional, que refiere a cómo los costos de la educación universitaria han sido asumidos de forma creciente y mayoritaria por los hogares y familias de los propios estudiantes. El proceso de segmentación educativo actúa según el autor desde dos perspectivas: segmenta a la población que ingresa al sistema y posteriormente a la que egresa, aumentando la reproducción de la desigualdad social.

Uno de los elementos que ha influido fuertemente en las instituciones de educación superior es el proceso de acreditación de las universidades en Chile, temática que es trabajada en este volumen por Emilio Torres. El autor aborda aspectos institucionales desde la mirada de los actores e instituciones de educación superior privadas, problematizando algunos aspectos críticos de estos procedimientos. Finalmente, Patricia Iglesias et al. presentan un estudio cuantitativo sobre la composición social de la matrícula de la Universidad de Chile y los discursos con que los estudiantes explican su acceso a dicha institución. Es preocupante e interesante observar que los datos del estudio permiten señalar que la Universidad de Chile, principal casa estatal de estudios del país, presenta una clara homogeneidad de alumnos tanto a nivel socioeconómico como cultural, básicamente de clase media-alta. Lo anterior amerita la reflexión respecto a la segregación educativa ya analizada en otros trabajos.

En su conjunto, los trabajos aquí presentados representan una pequeña pero importante contribución desde las ciencias sociales al debate actual sobre la reforma del sistema educativo chileno.

Ximena Sánchez Segura
Tomás Koch Ewerts
Co-editores